Thursday, July 23, 2009

Astronaut (III)

- Quisiera ir a ese lugar.
Helena y Pat me miraron como si de súbito se me hubieran salido las peores maldiciones por la boca. Nadie sabía cúantos siglos podrían haber pasado allí desde que la última alma pisó aquel suelo, al menos en varios kilómetros a la redonda. Cuántos inviernos. Cúanto polvo y escombros. Pretendí olvidar el asunto y concentrarme en la Luna creciente que esa noche irrumpía grosera en el cielo sin estrellas, haciendo creer a mis "amigos" que mi súbito deseo no era más que un capricho del momento.
Capricho que, sin duda, seguiríaa correteando dentro de mi cabeza tan vertiginosa como ventisca.
El conjunto de rascacielos brillaba opacamente a la luz de la luna. Podían ser divisados débilmente desde donde estaba. Eran un conjunto de seis o siete, quizás. Parecían llegar hasta el mismísimo cielo, sus puntas eran interrumpidas por gruesas nubes negras, detalle que los hacía más tétricos. Mi curiosidad rayaba en la obviedad: claramente el conjunto de rascacielos me recordaba el lugar de donde provenía, y ese dejo de nostalgia me atraía, me asía contra sí para realizar una aventura para mí, muy viable. Para ellos, deliberadamente perecer por quién sabe qué misterios ocultos dentro de ventanales mohosos.
Como sea, las ganas de adentrarme en los edificios oscuros no me abandonaron por un buen tiempo, y mi soberbia natural se hizo más y más patente en cada uno de mis actos de ahí en adelante. Pat lo notó, sin decírmelo, lo notó, y vi sus ánimos agitados tanto como los míos durante todo ese periodo. Pat ya me conocóa bien, sin embargo yo no lo conocía bien a él. Nunca supe si adivinaba mis intenciones, si su intuición era tan altamente sigilosa como para que yo no notara que él había notado lo que yo quería hacer. Pero algo me decía que esperaba mi próximo movimiento.
Una noche, cuando el sueño y el frío hizo que todos en el poblado se fueran a dormir temprano, las ansias y varios tipos de ensoñaciones me visitaron. Cosquilleaban bajo mis ropas de manera violenta, por ende el sueño hizo su abandono de mi cuerpo a temprana hora también. Me levanté inquieta, pero con una sola idea fija en la cabeza: llegar a ese lugar donde nadie más había llegado.

Tuesday, July 21, 2009

You Came To Me (II)

Walter componía coplas sobre el único pájaro que visitaba el poblado. Quizás el único pájaro que habitaba en esta tierra. Él decía que aquél avecilla frágil, muy similar a uno de los gorriones que recordaba haber visto en plazas de mi ciudad ahora lejana, era un ave peregrina que recorría todos los poblados existentes para finalmente llegar donde el Ser Supremo e informarle acerca de todo lo que había visto. Nadie sabía dónde habitaba el Ser Supremo, o si realmente existía. Pero a nadie parecía realmente importarle. Solo sabían que nada debían hacer para importunarlo.

Así, Walter era una especie de juglar. Solía estar horas bajo un añoso árbol frondoso, mirando al pájaro que cada cierto tiempo se posaba en el árbol colindante. Una vez me leyó lo que escribía. Imaginaba historias asombrosas acerca de los lugares en los que el ave estuvo, las discusiones que éste último sostenía con el viento, y hasta con el mismísimo Ser Supremo. Había un capítulo en que el gorrión era víctima de una trampa tendida por otras aves (mitad aves, mitad insectos, un híbrido algo escabroso) que se resolvía con una batalla con tintes épicos y movimientos detalladísimos, descripciones muy tolkianas.

Esa era la vida de Walter. A él le hacía feliz, y decía no necesitar nada más.

Walter era el mejor "amigo" de Pat. Aquí nadie era amigo de nadie, no existía un nombre para ese tipo de relación. Todos parecían ser amigos de todos, pero esas relaciones tan cercanas carecían de nombre alguno, cosa que me desconcertaba. Bueno, todo en esa tierra me desconcertaba sobremanera, pero nunca en mi cabeza resonaron las ganas de regresar, a sabiendas de que no podía. Y sin embargo, la ignorancia de no saber el camino de retorno me tranquilizaba más.

Pero volvamos a Pat.

Pat no escribía coplas. Pat apenas si hablaba, era el hombre más lacónico que habría de conocer jamás. Pat actuaba, y sus acciones eran la única pista para conocer su mundo interior. Tocaba el laúd majestuosamente, y ese sonido fue lo primero que pude oír en esa tierra, mientras despertaba. Recuerdo sentirme como si deliberadamente me hubiera lanzado desde un edificio de diez pisos. Mi grado de dolor corporal me decía que debía de haberme lanzado del décimo piso precisamente. Caí a metros de distancia del lugar donde estaba él tocando su laúd. Tardó en notar mi presencia, como yo tardé en recuperar la conciencia, mientras lo único que podía distinguir eran los acordes de una melodía melancólica.

Cuando por fin pudo divisarme, se acercó a mí con temor. Lo sé porque aún en mi estado pude sentir su temor en mi malograda piel. Y lo entiendo, yo constituía para él un bulto sangrante vestido con ropas raras aparecido de quién sabe dónde. Respiraba a un ritmo anormal, menos inhalaciones de aire por segundo que un humano común. Me pinchó con sus dedos tres veces: mi dolor se hizo insoportable al tercero y solté un quejido. Y abrí los ojos al mismo tiempo.

Supe entonces, en dos segundos, o quizás algo más (dos segundos es una exageración de mi concepto de vertiginosidad romántica) que quizás me quedaría en ese extraño y desconocido lugar por un tiempo.

Lástima que él no pensara lo mismo, y haya sacado de su regazo una daga que relució a la luz de la luna dispuesta a ser enterrada en mi pecho.//

Holy Dances (I)

Llegué por casualidad a esa tierra. Por esas casualidades de caminos ya trazados siglos atrás. Quizás llegué de la mano de alguien. Era una tierra donde miles de voces gritaban miles de nombres posibles a una hora determinada, algunos que ni siquiera yo misma conocía. Curiosamente, se llamaban a sí mismos. Así me explicó ella, Helena, nativa del lugar. Llamar nativo a alguien que habita en determinado lugar me da la sensación de estar calificando al nombrado lugar con un salvajismo propio. Este lugar no era salvaje, pero tampoco era propio de la urbanidad que nosotros conocemos. Quizás mi carencia de calificativos explicará porqué me es difícil definir ese lugar.Por alguna razón climática, siempre estaba nublado. Sin embargo, en pequeños retazos de cielo bajaban traviesos rayos de sol, uno que otro, que iluminaban solo una porción determinada de suelo. Eran verdaderas manchas. Había gente que cuando tenía frío, solía pasarse horas bajo esos sitios. Eran casi como lugares atemporales, fuera de contexto. Era curioso. En todo el resto del poblado reinaba una oscuridad invernal, medio azulada, que hacía parecer todos los días una raza diferente de noche.Ahí, entre esa gente que bailaba ritmos extraños cada fin de mes, danzas "sagradas" (mes era para ellos el equivalente a volver a ver la luna llena) y que no creía en Dios, sino solo en sí mismos (no como una egolatría sin sentido, sino como fuerza de voluntad y confianza entre todos los miembros de la comunidad) es que descubrí que en realidad yo no pertenecía a ningún lugar.Nadie pertenece a ningún lugar.
También conocí a Pat. Y con él, algo que allí no se llamaba amor.//

Monday, July 20, 2009

The Minute Break Couple Ballad


- Dime si has visto algo más absurdo
que vagar sin sentido entre amapolas soporíferas
fingiendo lucidez total sobre los misterios del universo
y del mismo amor.
- No. Ciertamente no. Pienso en ello
y la ira colma mis buenas intenciones cuando
observo a la gente incongruente y sarcástica.
- Necesito una crisálida.
- Necesito una bebida energética.
- Necesito la luz del sol sin agregados apocalípticos.
- Necesito una caricia en mi piel mezquina, ajada.
- Yo también.
- He visto tantos ventarrones rasguñar mi piel, he visto
sangrar mis brazos con la impotencia del ejecutado.
- Quizás lo que necesite sea abandonar.
- ¿Cómo abandonar?
- Abandonar. No quiero decir huir, es demasiado definitivo.
Es en demasía algo sin propósito ni fin. Algo físico.
Digo abandonar, porque quiero incluso salirme de mi complexión
que me ata a algo que me desagrada. Implica una totalidad, pero
parte desde mí mismo.
- Te encuentras atrapado.
- Sí.
- Yo también. Siento que incluso los mismos arco iris
contribuyen a hacerme miserable.
- ¿Miserable? Sí, es la belleza no correspondida
de actos falsos versus una inmensidad. No se condice
ante nada concreto. Nada que el cuerpo pueda asir.
- Me acomplejo. Me abrumo. No me siento florecer
como se supone debería hacerlo... y sin embargo, este momento...
- ¿Sí?
- ... es esta conversación. Observa mi rostro, observa mi sonrisa.
- ¿Floreces?
- Quizás soy un pequeño rosal lleno de espinas, sin flores
pero que ha abierto al viento una promesa de un brote.
- ... ¿Crees que podría ser mía una de esas rosas, una vez que florezcan?
- No sé si las espinas te permitan cortar una.
- Déjame solo contemplarla. Si la arranco, morirá más rápido
y me vería forzado a ponerla en un odioso florero
y a contrastar los minutos viéndola morir rápido.
- ... bueno. Tengo que irme. Me esperan...
- ... los horarios y la rutina. Sí, a mí también.
- Ha sido agradable compartir este minuto contigo.
- Lo mismo digo.
- Chao.
- Chao.

Saturday, July 11, 2009

Esquiva Alegría


Oh, esquiva alegría.
Brillante estela entre celofanes grises.
Dime si mi bullante pena, queda entre
mis sábanas color leche
viene, para quedarse viene,
para dolerme tiene
atrapado mi corazón.

Oh, esquiva alegría.
Pompón multicolor en mis trencitas.
Dime si la espesa bruma, gruesa entre
mis dedos frágiles color salmón
viene, para quedarse viene,
para dolerme tiene
atrapado mi corazón.

Sombras vienen a querer
que me desangre en la calle, y sea yo
y sea yo
el espectáculo diario,
el quebrantar gregario.

¡Pero héme hablando con las risas
de los infelices y baldíos
corazones impíos de la soledad!
Y pido piedad al cielo, y sonrío sin recelo
porque sé que la esquiva alegría
mañana a mi puerta ha de tocar.

Porque sé que mi esquiva alegría
mañana a mi puerta ha de tocar. //