Monday, October 8, 2012

Premeditados





Si te doy algo de mi dulzura
me deja temblando el viento por dentro
de comisuras del alma.
No siento lo perdido,
sino que gano el mundo
en un segundo
de duda sostenida,
de niebla escondida
en los párpados,
un beso
a los ojos.

Un caminar se da sobre plantíos
de nubes rojizas que juegan
en las mejillas,
en las orillas de un cuento
al oído en un intento
de armar el universo de nuevo,
de nuevo,
en remolinos,
de nuevo,
danzar de nuevo
en triples intensos,
cuerpo, alma, espíritu,
esbózame el momento
de tu mano en mi cintura,
atrapada por tus voces,
varios besos
a los sueños.

Si te doy algo de mi dulzura,
que tiembla la tierra completa
bajo mi pequeño reino de hormigas,
no se siente perdido,
la confusa alegría,
los cielos incendiarios,
los versos legendarios
de dos segundos al oído.
Lo perdido, lo dolido,
ganado de un soplido
de amor nocturno
en el pronto asombro
de un beso
a los encuentros
de a poco
entre movimientos
simples y enamorados
intentos
de paraísos.

Bien pequeños.
Pero nuestros.//

Terrena y Celestia





Terrena, déjame ser Celestia.
¿Celestia? Pisa suelo profundo
y no te vueles con el tiempo perdido.
Perdida tu alma es, Terrena.
Los barriales no son carga
que mis pies en alas deban aceptar
por largo tiempo.
Y por todo un momento, Terrena,
más vale vivir por un momento
lo que siente la burbuja al viento,
ser preciosa luz pequeña.
Eso es vida, Terrena.
¿Qué quieres entonces, ser Celestia,
y pretender volcar el mar
en una copa?
Yo quiero ser Celestia,
donar mis cargas al desamargo,
y puede entonces que me vaya feliz
a un pequeño desierto
donde los mil soles se abrazan.
Pero yo quiero ser ahí
como un pequeño sol nuevo,
lista para que me descubran,
lista para que me persigan,
no como a un dios,
sino como a un objeto curioso
que merece ser observado
con detención.
Terrena, déjame ser Celestia,
déjame ser un puñado tornasol
de risa alta,
de risa del Altísimo,
quiero ver qué hay
dentro de las estrellas,
que atrapada en estas raíces
ya no puedo volver a cantar.

Celestia,
Celestia,
no eres nada sin Terrena,
debes ver el tiempo entero
antes de escudriñar
los segundos entremedio
de las luces del alba,
hasta desaparecer.

Debes ser dolor
antes de ser gloria.

Debes ser Terrena
antes de ser Celestia,


Siempre serás ambas.//

Pequeñas alabanzas




Pequeñas alabanzas,
donde las miradas son danzas
caminando por dentro del alma,
dibujando una pequeña canción,
una simple oración
de humildad.

Cada paso de vida,
cada alegría que se entona,
se eleva a ti en un circo
de voces unísonas,
y Tú a cada una le diste su
misión especial.
Un fuego de articificio
que desplegará una imagen
que solo Tú verás.

Pequeñas alabanzas,
plegarias interminables
donde cada palabra es una danza
que apenas si alcanza
a cubrir cada lágrima de alegría.

Los días que son míos y Tuyos,
cuando la vida me estalla en calma,
mirando tus músicas desenvainan
salmos, descrubren
templos, silencian
descalabros, abundan
caricias celestes,
pequeños puentes
para alcanzar tus manos.

Tu Hijo es entre nosotros,
dirije las pequeñas orquestas felices
de voces multicordia,
donde no se haya discordia
más que con la absurda oscuridad.
Vestido tornasol,
abraza la caravana,
mientras todos alaban,
todos celebran,
todos Te alaban,
Padre Celeste,
por la vida que florece
acá, donde el espíritu enraiza
Tus motivos más secretos,
tu fuego desatado.

Pequeñas alabanzas,
¡que se eleven las danzas!
¡Más alto el acordeón, el arpa!
Que el Padre te escuche:
Hoy estoy contenta
porque Eres Real.

Eres.
Real.//

Primavera de fuego




Con la pequeña nostalgia a cuestas
se enciende una lágrima desde la cintura,
las costillas, el alma anclada
a los brotes de flores tímidas,
y a esa nostalgia adolescente
que adolece precisa de
un poco de sol de primavera.

Antes todo era invierno,
y te quejabas por el frío
descomunal, que arrasaba con tus campos
de dientes de dragón en llamas.
Siempre arrasaba campos enteros,
gigantes desiertos
eran entonces tus veladas
escondido debajo de la cama.

Cada vez es mejor, nadie lo diría.
Tiempos otros de magos y campanas,
viste tiempos mejores, más paganos,
más de piel en cristales de hielo.
La primavera adelanta señuelos,
pero no es sin duda embustera
mi primavera.
Mi primavera es abrazo de aromos
que quietos se gozan en mis
cavilaciones pequeñas e idiotas,
risueñas y remotas
en vaivenes de viento tibio.

Oh, prendida la causa,
en llamas me acuesto en el pasto
a pensar en remolinos
como quien pierde la cabeza
por conocer el origen
de la prisa del mundo.
La prisa, mi buen amigo, no es amiga
de quien quiere conocer las flores,
las flores de un día,
las flores pequeñas, payasas
de primavera.
Mi alma incendiaria,
alma aquietada,
se envuelve en primavera,
que hasta tarde dura el sol,
hasta que me hunda en el pasto
para volver a mi posición hiberna
bajo la tierra.//