Me veo
a los pies de las penas
como
una pequeña gota
vaciándose
en la mejilla
de las
melancolías propuestas.
Sé que
a veces me propongo
ser
una gota cayendo inválida
sobre
hojas secas,
recuerdos
secos de siempre,
espectros
del pasado
que
pretendieron besar
calzar
mis
andanzas.
Pero
si dice mi nombre
otra
vez, otra vez,
esa
luz de alerta se vuelve
la
pereza de la pena inconclusa:
siempre
habrá tiempo para
soltar
las lágrimas a mi antojo,
volverse
de piedra un poco,
ser
voluble así violenta así
nublada
así desesperada
porque
el ciclo así lo pide
te
apareces de nuevo y yo no puedo más
nopuedomásqueavanzarsinrespirar
otra
vez, otra vez
ser la
lágrima caída
en
mejillas ajenas, ser cada lágrima
en las
cuitas universales
de
cada persona en Santiago.
Y ahí
dejar de sentir que soy un velero
en el
cemento y en la soledad miriada
de
Santiago.
Cada
quien padece
a los
pies de sus propias penas
y
humedece el día
y se
encierra en una gota
para dejar
que suene un disco de silencio de fondo
que en
su red atraiga polillas,
amores
y enamores vanos,
para
llorar entonces
llorar
entonces
entre
la multitud.//
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