Como
si no pudiera dormir entonces
mi
cama se llena de enredaderas
al
cielo, y el cielo clama
que lo
dejen dormir también.
Veremos
las cosas complicarse
a los
pies de la cordillera,
mientras
mi rezo calla,
todo
vuelve a ser como lo dejé
en el
último rally.
Sin
fantasmas todo es peor, supongo,
uno se
estrella contra nada:
al
menos los fantasmas
guían
el desvarío.
Siempre
los fantasmas,
las
enredaderas insaciables en los talones
por
donde subo, subo
a una
imitación de cielo
increíblemente
barata.
Calma,
calla el sismo de lo interno
de los
recuerdos en sepia
bordados
en telas viejas,
somos
piedras sordas
nadando
hacia el finito.
¿Quién
me dice que no puedo
tocar
las estrellas?
Mis
amigos me miran desde abajo,
desde
los pies de mi cama
todos
atesoran mis cosas dejadas,
mis
despojos y libros
se los
quedan como valía viva.
¡Corazón
explota, corazón
reviértete
en tu fuerza!
Quien
no me llore entonces
recordaré
su verdadera inquietud
conmigo
en su vida,
y me
cruzaré después en un momento incómodo
para
cobrarle una palabra.
¡Corazón
explota,
explicita
tu voz de tormento!
El
último paso extremado
por
las enredaderas avanzando
arriba
determinado,
arriba,
cielo
inventado,
en una
noche de insomnio,
la
tormenta pequeña entre las sábanas
me
aprietan las manos las flores,
oh, el
tormento de no saber
cómo
ordenar los saberes
dentro
del alma.//
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