Una
luz intermitente
que
sube a los montes,
y
baja como desafío a la luna,
mostrando
los cuerpos que solo pueden
ordenarse,
uno tras otro,
en
un cuentadías frustrado.
La
ciudad se ha vuelto
campo
de termitas.
Se
siembran luces intermitentes
en
cada esquina.
Y
en cada esquina, un nido de palabras
que
se remite al futuro.
Solo
al futuro.
Admitir
la voz no es la cuestión:
la
cuestión es poder ver
bajo
la lluvia de luces.
La
desidia,
cuántos
presos bajo el mar,
cuántas
playas escondidas.
Y
entre el perdón estipulado
y
la lluvia que se anuncia
bajará
una luz pequeña,
sonora
y humilde
que
solo pocos podrán ver
si
huyen del tiempo.
Solo
si logran huir de nuestros tiempos.//
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