Cuando todo termina por desmembrarse
al paso de infamia del plenilunio,
busco el último soneto de tus ojos
bailando entre mis sombras
y buscando mi pequeña estrella.
Yo no deseaba bajo ningún holocausto
rendirme bajo las raíces del cielo,
como no solían hacerlo en ningunos otros reinos
las más grandes soledades de la historia.
Pero grande es mi pena, siempre,
grande el silencio que deja
el sol cuando abandona mi piel ardiente.
Y cuando el último grano de música cae
blanda, trémula al precipicio
mis gemidos claman, imploran tu conquista.
Todo yace en un vacío perfecto
donde caben precisas las cosas que puedes crear.
Y mientras la última luna deja paciente
la última calle de música de Santiago
me aferro a ti antes de ser náufraga
de mi propia ilusión.
Yo solo dejo que me lleves
sin ver antes ningún previo esquema.
Puedes llevarme donde quieras.//
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