Con la
pequeña nostalgia a cuestas
se
enciende una lágrima desde la cintura,
las
costillas, el alma anclada
a los
brotes de flores tímidas,
y a
esa nostalgia adolescente
que
adolece precisa de
un
poco de sol de primavera.
Antes
todo era invierno,
y te
quejabas por el frío
descomunal,
que arrasaba con tus campos
de
dientes de dragón en llamas.
Siempre
arrasaba campos enteros,
gigantes
desiertos
eran
entonces tus veladas
escondido
debajo de la cama.
Cada
vez es mejor, nadie lo diría.
Tiempos
otros de magos y campanas,
viste
tiempos mejores, más paganos,
más de
piel en cristales de hielo.
La
primavera adelanta señuelos,
pero
no es sin duda embustera
mi
primavera.
Mi
primavera es abrazo de aromos
que
quietos se gozan en mis
cavilaciones
pequeñas e idiotas,
risueñas
y remotas
en
vaivenes de viento tibio.
Oh,
prendida la causa,
en
llamas me acuesto en el pasto
a
pensar en remolinos
como
quien pierde la cabeza
por
conocer el origen
de la
prisa del mundo.
La
prisa, mi buen amigo, no es amiga
de
quien quiere conocer las flores,
las
flores de un día,
las
flores pequeñas, payasas
de
primavera.
Mi
alma incendiaria,
alma
aquietada,
se
envuelve en primavera,
que
hasta tarde dura el sol,
hasta
que me hunda en el pasto
para
volver a mi posición hiberna
bajo
la tierra.//
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