- Quisiera ir a ese lugar.
Helena y Pat me miraron como si de súbito se me hubieran salido las peores maldiciones por la boca. Nadie sabía cúantos siglos podrían haber pasado allí desde que la última alma pisó aquel suelo, al menos en varios kilómetros a la redonda. Cuántos inviernos. Cúanto polvo y escombros. Pretendí olvidar el asunto y concentrarme en la Luna creciente que esa noche irrumpía grosera en el cielo sin estrellas, haciendo creer a mis "amigos" que mi súbito deseo no era más que un capricho del momento.
Capricho que, sin duda, seguiríaa correteando dentro de mi cabeza tan vertiginosa como ventisca.
El conjunto de rascacielos brillaba opacamente a la luz de la luna. Podían ser divisados débilmente desde donde estaba. Eran un conjunto de seis o siete, quizás. Parecían llegar hasta el mismísimo cielo, sus puntas eran interrumpidas por gruesas nubes negras, detalle que los hacía más tétricos. Mi curiosidad rayaba en la obviedad: claramente el conjunto de rascacielos me recordaba el lugar de donde provenía, y ese dejo de nostalgia me atraía, me asía contra sí para realizar una aventura para mí, muy viable. Para ellos, deliberadamente perecer por quién sabe qué misterios ocultos dentro de ventanales mohosos.
Como sea, las ganas de adentrarme en los edificios oscuros no me abandonaron por un buen tiempo, y mi soberbia natural se hizo más y más patente en cada uno de mis actos de ahí en adelante. Pat lo notó, sin decírmelo, lo notó, y vi sus ánimos agitados tanto como los míos durante todo ese periodo. Pat ya me conocóa bien, sin embargo yo no lo conocía bien a él. Nunca supe si adivinaba mis intenciones, si su intuición era tan altamente sigilosa como para que yo no notara que él había notado lo que yo quería hacer. Pero algo me decía que esperaba mi próximo movimiento.
Una noche, cuando el sueño y el frío hizo que todos en el poblado se fueran a dormir temprano, las ansias y varios tipos de ensoñaciones me visitaron. Cosquilleaban bajo mis ropas de manera violenta, por ende el sueño hizo su abandono de mi cuerpo a temprana hora también. Me levanté inquieta, pero con una sola idea fija en la cabeza: llegar a ese lugar donde nadie más había llegado.
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