Anclada a una melancolía
de esas anchas, de esas
que te hacen levantarte a las
tres de la mañana por un té con miel.
Y anulan la posibilidad del alba.
Se resiente al filo de las rocas
el propio orgullo de la entereza.
Y el rostro amargado, porque esta melancolía
es de esas en que el rostro se conjuga,
se empuzzla para dejar la impresión
de catacumbas internas
llenas de lumpen y vandalias sin sangre.
Oh, una melancolía de esas
basta para dejara un cuerpo flaco
sin sueño.
Para dejar un cerrojo más sin vuelo nocturno
donde buscar la manera de encajar
en tanta vida enferma de angustia.
Anclada a esa melancolía,
a la memoria siempreviva
de ese mismo rostro pidiendo perdón,
es entonces que devoro toda clase de
estribillos retóricos y sencillos,
las veces de tibieza bajo el mismo sol
e intento simplemente
el verde de la sonrisa.
La misma.//
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