No proverbies al viento,
me dijo un viejo en una plaza.
Nunca proverbies.
Siempre gasto mis risas diarias
entre multitudes, así nadie me oye.
Así nadie se da cuenta.
Pero él me vio con ojos crisálidos
y sonrió a mis sombras como a las suyas
y me prestó su pañuelo para enjugar mis lágrimas.
Y durmió y nunca más pude despertarlo
A pesar de las mil palomas blancas
que tiraron de su pelo cano para levantarlo.
Pero luego de eso nunca más
proverbié al viento, y nada ni nadie
cambió mi mundo.
Y muchas cosas fueron buenas.
Me sentía bien dejando retozar
mis preceptos al sol aunque se me volaran.
Pero hubo alegría prendida a mi sombrero
en cintas de colores,
y siempre hubo a alguien a quien querer.
Y dejé mi vida bailar con el universo,
y pensé en ser feliz aunque no
hubieran pistas, aunque nadie me pasara
la enciclopedia de las respuestas.
Y nunca proverbié al viento.
Y siempre llevé flores a la banca donde el viejo
seguía durmiendo
como un ángel borracho.//
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