Monday, July 5, 2010

Peces



Peces que devoran nubes se estacionan

en la mitad de plazas, entonces

es el aire la mitad de dulce, la mitad

de disponible.

Con canastas hay que salir a buscar

la posición correcta para respirar.


Y reiteran su nombre en filas simétricas

tiempo, luz, poca luz, directriz.

Que si tomo su mano entonces, pienso

¿quién me irá a decir algo?

En mi garganta guardo cuanto valgo

y decido ofrecerles a los peces mi alma

a cambio de un segundo de buscar esas manos,

esa mirada y ese abrazo por puro instinto.

Por puro instinto.


Los peces se contentan con el alma áurea y rotosa

al retorno. Los peces cantan al sacrificio.

Y no clamo madurez al siniestro, sino

la falsa entereza de las cosas a las que llamamos

enamorarse.


Y tenía que cruzar la ciudad, fríos sureños

y ejércitos narcisos en medio de

la pobreza de almas de los que duermen en plazas

sin posibilidad de señuelos, pobres, pobres.

En un tren se captura la épica del vértigo,

y yo solo esperando ese beso

me dejo llevar por la alegoría del silencio.


Sentía que él me decía que lo buscara,

como quien siente una sombra tras sus pestañas.

Al lado de una polis quemada, al perpendio

debía estar él con su traje de viernes

y sus brazos en perpetuo enlace con mi

poca dulzura flotante en mi cuerpo distante.

¿Y, saben? Él no estaba. Su vida yacía al lado

de cientos de tumbas de mariposas.


Oh, las cosas juegan con el predeterminio,

me dije, y yo que creí

que estaba hecha para ser feliz.

Ya casi no quedaba aire allí, el cielo

lucía agujeros de harapos y llovía pena,

y la pena me mojaba el pelo y lo teñía de blanco.


Los peces custodiaban la muerte, y la mía

era la caída del telón inevitable en esos lares.

Besé la tumba de ese hombre y la tierra

que cubría el abismo de la muerte fea.

Y los peces esperan mi alma,

los peces esperan mi alma,

y yo lloro como atrayendo muerte,

pero no deseo llorar, así como no deseo

vivir en mortandad desierta.

Yo quería morir por un abrazo.


Y luego los peces con sus bayonetas

de escamas azules y sal y algas y cielogris

se acercan y sin mirarme

me dicen que mi alma vale mucho, aunque

indigesta,

y poco arrebolada.

Lo último que vi fue algo moverse

en la tumba de mi amado

para finalmente nublarme completa

a los pies de un pez.//

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