A veces la vida no fue buena
con mis pobres zapatos de taco alto,
ni con mis medias, hábitats adversos
y mucho alcohol por ahí, tantas invitaciones.
Déjame que te cuente.
A veces las miradas se volvían agraces,
me sentaba en mi cama con el alma
estirada en el suelo, y la contemplaba,
sus pequeños agujeros, ya remendarla
me causaba náuseas.
Y a él no le importaba.
A él no le importaba. Me dibujaba
barrotes en la cara, mi cuerpo
era una cárcel de carne viva.
Pero era más fácil lavarse la cara
todos los días con falsos seños
y un beso mezquino antes de irse a trabajar.
Oprobio e incerteza. Me preguntaba si había
fantasmas cerca, en la cama, los vecinos
de al lado, todo me acusaba y me daba un miedo
sencillo. Esos son los peores, porque la fuente
duerme en tu cama. Respira tu aire
y consume tu amor pálido.
A veces la vida no fue buena
con mis manos vacías, descuidadas.
Déjame que te cuente.
Porque espero no seas tú igual a él.//
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