De alguna forma el crepúsculo central
se vuelve movimiento de luces en un
frenesí velado, de olas, de pertenencia
y de violencia.
Pienso en estas cosas mientras converso
con gatos callejeros que buscan besar
mi aura con ojos pequeños, increíblemente
pequeños, increíblemente violentos.
Y cuando se esconden a la sombra de Dios
ya me siento yo una pura voz como eco
de la puesta de sol.
Y el crepúsculo central se vuelve parte
de la nueva niebla que pisa mi frente.
Entre los edificios se posan cronómetros multicolor
con mariposas kamikazes en su centro.
Pienso en las paciencias que el alba me regaló
y que carezco ahora al final del día.
Iluminada, igual, iluminada por el vacío,
por el rugido silencioso del centro,
las luces que me desvían y me atraen
y los abrazos que se crean
en los pequeños espacios que se dan
únicamente
en el crepúsculo central.
Y cuando tomo mi retorno
los gatos me saludan, la brisa se rompe
pero de alguna forma
existo junto a todas estas cosas
y estoy tranquila al no tener nombre
y ser solo en breves segundos
una fracción de movimiento.//
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