Nadie me enseñó a ensamblar
un cardo en la tierra seca.
Pero tras mis ojos existen palacios
de cardizales justo sobre los escombros.
Loveology.
El reto al destino me es inapropiado
si no me sangran los dedos con mi propia
desventura. Recoger tanto cardo
rompe la piel, rompe los sistemas, rompe
el devenir constante del alma.
Centro, fuera, centro, fuera, centro.
Adentro.
Donde las cosas son hecatombre.
Adentro.
Loveology.
Si el Señor no me enseña a perdonar,
supongo que el acto de la mera omisión
calmará la sedición de justicia.
El perdón entre los cardos se seca
con la facilidad del amor rojo, con la
versatilidad de las fracciones del alma
sin polinizar.
Oh, la brutalidad de la mujer sola.
Tempestades sin paraguas y calles mendicantes.
Y cardizales tras los ojos.
Loveology.
Preguntas ecolastras y verdades artífices
de desdicha. Se satura el cielo de rojo,
se invade el cielo de rojo, pero ¿es justo?
¿Es justo? me preguntan los cardos
sin regar y dejados a la suerte de las heladas
del infierno frígero, invierno inferno.
Loveology.
Es la suerte, meretriz suerte.//
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