Monday, May 24, 2010

Desalojo


A veces quisiera que el amor abandonara
el campamento que tiene instalado desde
mi nacimiento en las laderas de mi alma.
Clamo por el día del desalojo voluntario,
sin armas de por medio, sin sangre derramada.
Que al fin se rindan las bestias pordioseras,
los parásitos sin nombre y la pena de la soledad
en pequeñas dosis intermitentes.
Arado el terreno, plantaré mi propio reino
con algunas semillas de aire que me dio mi madre
cuando lancé mi primer llanto al nacer.
Y la primera vez que me rompieron el corazón.
la centrífuga de la desazón, vértigo del cometa
aéreo, ciclón y marcha volátil. Pie frágil.
Las plantaré yo sola, no quiero nada concreto
sino la transparencia de los mil modos de existir.

A veces quisiera que el amor abandonara
el terreno que tiene ocupado en las rinconadas
de la memoria emópata de bajo calibre.
Expropiar los terrenos que ellos llaman libres
entre las actitudes de poca monta
y el llanto a medianoche circulando entre los párpados.
Vagabundeando entre los sueños buscando
la caminata sobre espejos rotos.
Repten, monstruos de fresa carmesí, su dulzura
hiere mi orgullo, gata de ojos amarillos
y pelaje níveo, me hiere, me hiere.
Busquen refugio cándido lejos de mis desolados
pasajes de leprosos y hechiceros de utilería.
Lejos.


Pero se queda, abejorro porfiado entre
claveles de artificio. Se queda.

Y la noche es cada vez más longeva
en su disgusto de pleno, y los días son pequeñas
cuentas de hielo colgando del cuello.

Prisa de misántropo.
Llanto de licántropo.

Mujer perdida en el alba gregario
y elefantes árticos protegiendo intentonas
de desalojo.//

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