Mi cabeza bajo el agua
mientras escucho el clavicordio
histérico en mis oídos.
La canción. Que deviene en ondas circulares
en el agua. La canción.
Son vidas exhaustas de nadar
en aguas metalizadas por las lágrimas.
Conozco esas aguas, durante algún tiempo
bebí de esa agua como si se tratara
de elixir vital.
Pero hoy, bajo el agua de una fuente
en una plaza cualquiera, paralela,
septentrional, meridiano cero,
tierra cero, ser humano negativo,
pienso en hacer crecer de a poco
ralea de rosas blancas en esta misma agua.
Escapar es un encuentro de luces
opuestas, y el agua precipita
nubarrones de pensamientos
al fondo, con las piedras doradas,
monedas de cobre y trocitos de hielo
de la última helada, ahí se quedan.
Hasta que yo les diga vuelen.
Vuelen.
Mi cabeza bajo el agua,
imágenes sin poesía, aborción
de la mirada tibia. No quiero mirar
las cosas con el iris hospitalario,
no. Mi cabeza se quedará habitando
con los peces dorados de la fuente
hasta que halle la forma de crear
nuevos mundos con latas de bebida,
sueños rotos y plasticina.
Sueños rotos y plasticina.
No. No más mirar sin saber, no más
absorver sin roer.
Ni respirar sin atardecer los propios miedos,
como conquistando momentos
para hacer a otros
felices.
A veces también hay fantasmas
debajo del agua.//
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