Música de una armónica de papel,
Entre los edificios yace el perfume
Dislocado, casi idóneo, anhelado
De lo preciso, de lo esperado, precioso.
Me gusta el vértigo de lo incesante – inminente
Sobre los párpados, tic travieso,
Tic nervioso del retorno al pánico escénico.
La sorpresa está en la sonrisa al borde,
Justo al borde de la esperanza.
La sonrisa está en la sopresa al borde,
Justo al borde de la mesa.
Con la amiga instintiva de la mano
Se abre un conjuro, sabido pero olvidado
De la alegría del ciego que cantaba en la
Tormenta. El espíritu alado atento a la
Música. Los organilleros atentos al alba
Y a ese perfume que es vida,
Vida bulliendo como nubes nuevas
Sobre el caminante que sabe que su senda
Es la vía correcta.//
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