Si no es la voz, es el verso
que se cuadra insolente ante el imperio
del silencio.
Remotas se hayan entre sí las ciudades
que encontré en sueños, allí mismo
tracé, entre vahos azules tracé
un pequeño mapa en papel crepé.
Insolencia de mis manos ante los
que quiero.
Pura insolencia. Mi arrebato ante la
pureza. Es infamia del vuelo de los
noctámbulos sobre catedrales impías.
Son otras manos sobre las mías frías.
Y si no es la vida, es el ensueño por el que
palpito, inconmesurable, gotas en el precipicio
dentado de las hojas. Anhelo mi propio otoño
que me bote las escamas en un solo ventarrón
de fuego. Que se me caiga el pelo
como muestra del cambio que espero.
Quería labios rojos pero solo me dieron
la pálida estancia de dos líneas delgadas.
Pero está el verso ante la dictadura
del silencio. La insolencia
del abrazo, del verso, del abrazo
del verso sobre los cardenales.
Mis oraciones al final del alba.
Mis juegos al borde de la calma.//
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