La trayectoria de las ciudades flotantes
en actitud espirálica contrae los músculos
de los observantes que en un descuido
piensan en otros mundos como en otras latitudes
como en otros espacios de sueño
mientras el concreto avanza como danzando,
la señalética en verborrea aérea juega
al ventrílocuo con el aire, con el cielo, con
la faz de los peces al vuelo.
Son un París, un Moscú y un Madrid
planeando fuegos sin gravedad de citadinos
plenos de volátiles palabras
mientras los anclados al suelo roncan sus
fugacidades, encuentran que no hay
distorsión posible a la vista
que la trayectoria de las ciudades flotantes
que remarca un zigzag eterno, vaivén en péndulo,
alma sin obstáculo y donde muy de cerca
las bestias aéreas guardan los ecos de la ciudad
en su garganta para despertar los mares azucarados
del fin del mundo
y ser nosotros quienes contamos la pequeña historia
a lo árboles infinitos de nuestros
pequeños abismos.//
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