Ayudé a un hombre a escapar de su tumba
mientras a lo lejos el carnaval de la sordera
ardía su pira de incongruencias
y ya nadie abrazaba a nadie.
Al hombre le faltaba una oreja y su carne
medio gris, medio fangosa
lucía menos tétrica a la sombra lunar.
Y su esqueleto era adivinable en un entramado
de formas abruptas, ¿un infortunio?
Necesito reparar mi reloj, me dijo
su voz como ronroneo subterráneo y oscuro.
Necesito reparar mi reloj para que se detenga
en intervalos rápidos, pero nunca
nunca toque exactitudes.
Y eso a mí me sonó a un balbuceo barbárico,
porque
para mí el tiempo es
una estación inamovible e infinita.
¿Por qué reparar un reloj para mentir?
Entonces el hombre, reverencia presta
y tomando su sombrero
corrió al carnaval a mezclarse entre los
sinsabores de los tambores y el sol
mientras la gente ardía, volaba
y vomitaba conceptos prohibidos.
Y yo me quedé allí
esperando que otro hombre
tratara de escapar de su tumba
para ayudarlo a salir,
para que me diera algo en qué pensar
y luego verlo irse al carnaval.
Todos los muertos son iguales.//
No comments:
Post a Comment